sábado, 25 de febrero de 2012

La última estación de todas, el invierno

Qué curiosa sensación la de acabar de leer una autobiografía y sentir que realmente se conoce a su autor. No deja de ser más que una ilusión porque, ¿cómo condensar todos esos minutos, semanas, años de una vida en algo más de 200 páginas? Pese a ello, la sensación que me ha dejado Diario de invierno, el último libro de Paul Auster, es de que lo conozco.

Paul Auster después de la presentación.
Antes de este libro he leído A salto de mata, la autobiografía que rinde homenaje a sus años de juventud y que escribió cuando se acercaba a los 50 años. No tiene nada que ver con Diario de invierno, mucho más personal y, por supuesto, más reflexivo. En el primero, aunque utiliza la primera persona del singular y la sensación de acompañar al autor por las experiencias de su vida es mayor, no se percibe esa profundidad emocional que sí tiene el segundo. Paul Auster en su último libro está mucho más preocupado por hablar desde el interior, por decir todo aquello que quizá más adelante no pueda: Habla ya antes de que sea demasiado tarde, y confía luego en seguir hablando hasta que no haya más que decir. Después de todo, se acaba el tiempo. Quizá sea mejor que de momento dejes tus historias a un lado y trates de indagar lo que ha sido vivir en el interior de este cuerpo desde el primer día que recuerdas estar vivo hasta hoy. Un catálogo de datos sensoriales.

Desde la segunda persona del singular mantiene un diálogo consigo mismo y repasa su vida destacando desde los recuerdos más rutinarios hasta los más extraordinarios (como cuando vio a un compañero suyo del colegio ser fulminado por un rayo o como cuando decidió que no iba a volver a conducir después de casi matar a su familia en un accidente de coche). Esta autobiografía es la de una persona que ha cambiado veintiún veces de residencia "permanente", que ha experimentado durante muchos años la angustia de no llegar a fin de mes, que ama a su mujer y la aprecia por encima de todas las cosas, que está orgulloso de sus orígenes judíos, que fuma y bebe demasiado y que no ha aprendido a expresar el dolor más que a través de su cuerpo.

Paul Auster y, detrás, Antonio Lozano.
No me avergüenza explicar lo que he explicado. Soy lo suficientemente mayor para aceptarme a mí mismo, afirmaba Paul Auster el pasado martes en la presentación de Diario de invierno en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). En ella, el periodista y escritor Antonio Lozano entrevistó al autor ante más de 800 personas, cifra que según el periodista demostraba que Auster es un autor muy querido y admirado en España.

Terminó de escribir su autobiografía con 64 años, en los albores de la llamada tercera edad. Consciente de hacia dónde se dirige su cuerpo y, en consecuencia, su vida, se ha tomado un tiempo en leer lo que dicen sus cicatrices (entiendes que son marcas que deja la vida, que el surtido de líneas irregulares grabadas en la piel de tu rostro son letras del alfabeto secreto que narra la historia de quién eres, porque cada cicatriz es la huella de una herida curada, y cada herida el resultado de una inesperada colisión con el mundo) y en reflexionar sobre la decadencia a la que se está sometiendo su cuerpo. El invierno de su vida empieza ya.

En Diario de invierno tiene un especial interés en contar: cuántas horas ha pasado viajando, cuántas cucharadas o batidos ha tomado, ¿cuántos encontronazos con los dedos de los pies, cuántas veces te has machacado los dedos de las manos y cuántos golpes en la cabeza? ¿Cuántos traspiés, resbalones o caídas? ¿Cuántos parpadeos de los ojos? ¿Cuántos pasos dados? ¿Cuántas horas pasadas con la pluma en la mano? Además, hace memoria sobre sus primeras veces: la primera vez que deseó la muerte de otro ser humano, la primera relación sexual, la primera vez que se sintió como si formara parte de un acontecimiento cósmico, etc.

El autor firmando un ejemplar.
Nunca he tenido un diario. Lo intenté con 18 años, pero no sabía a quién me dirigía... Ahora entiendo que se escribe para poder leerlo en un futuro, explica Auster cuando el periodista le pregunta si tiene o ha tenido un diario. Por otro lado, el autor sigue trabajando a día de hoy con la máquina de escribir Olympia que le ha acompañado toda la vida -aunque con algunas mejoras- y evita el uso del ordenador y todo lo relacionado con él (e-mail, redes sociales, etc.).

Ahora parece que escribo más rápido, pero el tiempo entre libro y libro es mayor. Además, los libros que escribo ahora tienen que ser interesantes para mí, tienen que ser necesarios. Y, no sería una tragedia si no tuviera más ideas y dejara de escribir, asegura el autor casi al final de la presentación de su libro.

Paul Auster terminó a las 22.30h de firmar ejemplares de su última obra, más de hora y media después de que acabara la presentación.


<<Las plantas de los pies ancladas en el suelo, pero el resto de ti expuesto al aire, y ahí es donde comienza la historia, en tu cuerpo, en donde terminará también.>>

4 comentarios:

  1. No se como te lo montas para hacer que cosas que me suelen resultar aburridas, no solo no me resulten aburridas, si no que me gustan.

    La verdad es que no conocía a este escritor, pero parece interesante esta última obra que ha escrito.

    Saludos desde Cáceres.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por comentar una vez más ;)

      ¡Se hace lo que se puede, jeje! Me gusta que te guste lo que escribo.

      Saludos.

      Eliminar
  2. Me gusta Paul Auster, el último que leí, Sunset Park, me enganchó hasta que lo acabé, creo que es un buen escritor, cuenta cosas interesantes y bien contadas.

    Tu también me gustas, con tus comentarios dan ganas de ir inmediatamente a la librería más cercana a comprarlo (habrá de esperar porque se me acumulan las lecturas) lo tengo pendiente.

    ResponderEliminar
  3. Un Auster menor! No acabo de pillar ese recurso a la segunda persona para hablar de sí mismo. Aún así, es Paul Auster!!!!

    ResponderEliminar